Imposible

IMPOSIBLE ES SOLO UNA PALABRA QUE USAN LOS HOMBRES DEBILES PARA VIVIR FACILMENTE EN EL MUNDO QUE SE LES DIO SIN ATREVERSE A EXPLORAR EL INMENSO PODER QUE TIENEN PARA CAMBIARLO.
IMPOSIBLE NO ES UN HECHO, ES UNA OPINION.
IMPOSIBLE NO ES UNA DECLARACION, ES UN RETO.
IMPOSIBLE ES POTENCIAL, IMPOSIBLE ES TEMPORAL.
IMPOSIBLE ES NADA.

martes, 29 de enero de 2008

Sabias palabras


"Yo no sé cómo superar a los otros.

Todo lo que sé es cómo superarme a mí mismo".


Yagyu

viernes, 11 de enero de 2008

Las puertas del cielo y del infierno


Un guerrero, un samurai, fue a ver al Maestro Zen Hakuin y le preguntó: "¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo? ¿Dónde están las puertas que llevan a ellos? ¿Por dónde puedo entrar?".

Era un guerrero sencillo. Los guerreros siempre son sencillos, sin astucia en sus mentes, sin matemáticas. Sólo conocen dos cosas: la vida y la muerte. El no había venido a aprender ninguna doctrina; sólo quería saber dónde estaban las puertas, para poder evitar la del infierno y entrar en el cielo. Hakuin le respondió de un amanera que sólo un guerrero podía haber entendido.

"¿Quién eres?", le preguntó Hakuin.
"Soy un samurai", le respondió el guerrero.

En Japón, ser un samurai es algo que da mucho prestigio. Quiere decir que se es un guerrero perfecto, un hombre que no dudaría un segundo en arriesgar su vida. "Soy un samurai, un jefe de samuráis. Hasta el Emperador mismo me respeta", dijo.

Hakuin se rió y contesto: "¿Un samurai, tú? Pareces un mendigo".

El orgullo del samurai se sintió herido y olvidó para qué había venido. Saco su espada y ya estaba a punto de matar a Hakuin cuando éste le dijo": Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, te abren la puerta".

Esto es lo que un guerrero puede comprender.

Inmediatamente el samurai entendió. Puso de nuevo la espada en su cinto y Hakuin dijo: Aquí se abren las puertas del cielo".

El cielo y el infierno están dentro de ti. Ambas puertas están dentro de ti. Cuando te comportas de forma inconsciente, estás a las puertas del infierno; cuando estás alerta y consciente estas en las puertas del cielo.

La mente es el cielo, la mente es el infierno y la mente tiene la capacidad de convertirse en uno de ellos. Pero la gente sigue pensando que existe en alguna parte, fuera de ellos mismos… El cielo y el infierno no están al final de la vida, están aquí y ahora.

A cada momento las puertas se abren…en un segundo se puede ir del infierno al cielo, del cielo al infierno.

Anonimo

martes, 8 de enero de 2008

¿Quien ha decretado?


¿Quien ha decretado que un torrente debe fluir de arriba hacia abajo?

Lo que el hombre llama leyes de la naturaleza, no son mas que generalizaciones de los fenomenos que el mismo no alcanza a comprender.


Nada es imposible para un guerrero.


lunes, 7 de enero de 2008

¿Una vieja historia nueva?




¿Una vieja historia nueva?
Se advierte caos.
Se respira impaciencia.
Se siente tensión.

La incertidumbre, la ansiedad y las culpas los invaden...
Se necesita alguien que ordene y que guíe,
Está siendo llamado, sufre dudas y teme no estar preparado.
Aún así, responderá.

El destino:
¿Está escrito o lo escribimos?
Las decisiones:
¿Las aceptamos o las elegimos?

¿Quién de entre nosotros sabe exactamente lo que debe hacer y lo hace?
Visiones, hipótesis, miedo.
¿Cómo sigue todo esto?

No lo sé.

Creo que esta vez, solo debo observar y escuchar,
Tal vez opinar, pero muy poco.
En esta ocasión, otros deben tomar las decisiones que crean mas convenientes.
No voy a cargar esta mochila,
no me corresponde (al menos no por ahora)
sin embargo, estoy atento
Y confío,
en que cada uno hace lo mejor que puede.

¿Aparecerá en escena quien debe aparecer?
O habrá que esperar....

sábado, 5 de enero de 2008

Una vez mas los mosquitos zumbaban en mi oreja


Una vez más los mosquitos zumbaban en mi oreja. Eran las tres de la mañana. No podía mantener los ojos abiertos pero tampoco podía cerrarlos por mucho tiempo. Me encontraba en ese estado entre la vigilia y el sueño en el que las cosas se vuelven irreales. Por momentos miraba hacia la oscuridad que me rodeaba tratando de visualizar lo que, según recordaba, debería ser un placard. Pero debido a la extraña realidad no podía definir exactamente lo que veía. Por momentos se me aparecía como alguien que estaba mirándome. Otras veces era como personas que pasaban sin verme, y algunas otras, las menos, no lograba darles forma. En estas últimas me sentía bien. No se por qué pero al no poder darles forma me sentía más tranquilo, no había ningún temor. Bueno, no quiero aburrirlos con mis fantasmas internos, eso quedará para otra vez.
El hecho era que no podía dormirme a causa de los mosquitos, así que prendí la luz como para espantarlos. Lentamente recorrí la habitación en busca de ellos, sin embargo, no hallé ni uno. Aquello me llevó a una conclusión, acertada, pero muy poco racional: “ los mosquitos desaparecen en la luz y atacan en la oscuridad.”
Pensando en ello, apagué la luz y esperé, ya no tratando de dormirme sino en su búsqueda. Como era de esperar, un ejército de mosquitos me atacó. La verdad no tengo la menor idea de donde estaban pero al minuto de haber apagado el velador me habían rodeado al menos una docena de ellos. Aguijoneaban mi carne haciéndome maldecir absolutamente toda mi vida. Fue increíble como cambiaron mis intereses en tan solo diez minutos. Donde antes existía el suave y tierno deseo de dormir y descansar, ahora se alzaban imponentes sentimientos de venganza y muerte. Sin pensar en lo que hacía me golpeaba con rabia tratando de asesinar a alguno de los perturbadores de mi paz. Cansado, extendí el brazo hacia la llave que daba vida a la lámpara, sin reparar en que ellos me tenían controlado. Estaba a milímetros de encender la luz cuando dos kamikaze se lanzaron a mis tobillos inmolándose con el fin de que yo no prendiera aquel artefacto mortal. Como acto reflejo me pegué en el pie, mientras con el otro brazo desparramé el velador en el piso. Ahora si, ya estaba perdido. Eran casi las cuatro y media de la mañana, me hallaba totalmente a oscuras, sintiendo miles y miles de ojos clavados en mi, solo y desesperado, con la salvación a más de siete metros de mi cama. Ustedes se preguntarán: ¿Qué son siete metros? ... nada.
Y es verdad, para una persona bajo la luz del sol en una tarde de primavera no es nada. Pero para mi, un esclavo de oficina, cuya única libertad es el descanso nocturno, caminar siete metros en la oscuridad, rodeado de mosquitos asesinos sedientos de mi sangre, intentando alcanzar los cartuchos de gases lacrimógenos (espirales) para acabar de una vez por todas con el tormento, o morir en el intento, significaba fuerza de voluntad y sacrificio porque, como todos sabemos, levantarse a las cinco de la mañana a poner un espiral-mata-mosquitos y eliminarlos para siempre, ya que fueron ellos los que no te dejaron pegar un ojo en toda la noche, es sacrificar la hora de sueño que te queda antes de levantarte para ir al trabajo.
Finalmente, a eso de las cinco y media no pude tolerarlo mas. Me levanté refunfuñando y hurgué en los cajones buscando la salvación. ¡ Ese fue el fin! Recordé, tristemente, que el último espiral lo había usado hacía tres noches.
Totalmente desahuciado encendí las luces dando por concluida la noche, al tiempo que recibía al nuevo día con un humor de perros. Obviamente, los mosquitos desaparecieron y una hora mas tarde sonó el despertador.
Y así fue como perdí el sueño de esa noche, me fue mal en el trabajo, me dolió la cabeza, y me sentí cansado todo el día.
Cuando regresé de mi empleo compré un velador y 536 espirales (por si acaso). Esa noche y las siguientes dormí como un bebé. Los mosquitos ni se atrevieron a molestarme, y si lo hicieron, no me di cuenta, yo estaba protegido bajo capas y capas de relajante y placentero humo gris.

viernes, 4 de enero de 2008

Problemas


"Nadie puede solucionar los problemas de alguien

cuyo principal problema es no querer tener los problemas resueltos"



miércoles, 2 de enero de 2008

sabias que:


Uno está repleto de teorías, de palabras, de conocimientos de lo que otras personas han dicho, pero nada conoce sobre sí mismo, y, por lo tanto, uno no sabe cómo vivir.