Imposible

IMPOSIBLE ES SOLO UNA PALABRA QUE USAN LOS HOMBRES DEBILES PARA VIVIR FACILMENTE EN EL MUNDO QUE SE LES DIO SIN ATREVERSE A EXPLORAR EL INMENSO PODER QUE TIENEN PARA CAMBIARLO.
IMPOSIBLE NO ES UN HECHO, ES UNA OPINION.
IMPOSIBLE NO ES UNA DECLARACION, ES UN RETO.
IMPOSIBLE ES POTENCIAL, IMPOSIBLE ES TEMPORAL.
IMPOSIBLE ES NADA.

sábado, 5 de enero de 2008

Una vez mas los mosquitos zumbaban en mi oreja


Una vez más los mosquitos zumbaban en mi oreja. Eran las tres de la mañana. No podía mantener los ojos abiertos pero tampoco podía cerrarlos por mucho tiempo. Me encontraba en ese estado entre la vigilia y el sueño en el que las cosas se vuelven irreales. Por momentos miraba hacia la oscuridad que me rodeaba tratando de visualizar lo que, según recordaba, debería ser un placard. Pero debido a la extraña realidad no podía definir exactamente lo que veía. Por momentos se me aparecía como alguien que estaba mirándome. Otras veces era como personas que pasaban sin verme, y algunas otras, las menos, no lograba darles forma. En estas últimas me sentía bien. No se por qué pero al no poder darles forma me sentía más tranquilo, no había ningún temor. Bueno, no quiero aburrirlos con mis fantasmas internos, eso quedará para otra vez.
El hecho era que no podía dormirme a causa de los mosquitos, así que prendí la luz como para espantarlos. Lentamente recorrí la habitación en busca de ellos, sin embargo, no hallé ni uno. Aquello me llevó a una conclusión, acertada, pero muy poco racional: “ los mosquitos desaparecen en la luz y atacan en la oscuridad.”
Pensando en ello, apagué la luz y esperé, ya no tratando de dormirme sino en su búsqueda. Como era de esperar, un ejército de mosquitos me atacó. La verdad no tengo la menor idea de donde estaban pero al minuto de haber apagado el velador me habían rodeado al menos una docena de ellos. Aguijoneaban mi carne haciéndome maldecir absolutamente toda mi vida. Fue increíble como cambiaron mis intereses en tan solo diez minutos. Donde antes existía el suave y tierno deseo de dormir y descansar, ahora se alzaban imponentes sentimientos de venganza y muerte. Sin pensar en lo que hacía me golpeaba con rabia tratando de asesinar a alguno de los perturbadores de mi paz. Cansado, extendí el brazo hacia la llave que daba vida a la lámpara, sin reparar en que ellos me tenían controlado. Estaba a milímetros de encender la luz cuando dos kamikaze se lanzaron a mis tobillos inmolándose con el fin de que yo no prendiera aquel artefacto mortal. Como acto reflejo me pegué en el pie, mientras con el otro brazo desparramé el velador en el piso. Ahora si, ya estaba perdido. Eran casi las cuatro y media de la mañana, me hallaba totalmente a oscuras, sintiendo miles y miles de ojos clavados en mi, solo y desesperado, con la salvación a más de siete metros de mi cama. Ustedes se preguntarán: ¿Qué son siete metros? ... nada.
Y es verdad, para una persona bajo la luz del sol en una tarde de primavera no es nada. Pero para mi, un esclavo de oficina, cuya única libertad es el descanso nocturno, caminar siete metros en la oscuridad, rodeado de mosquitos asesinos sedientos de mi sangre, intentando alcanzar los cartuchos de gases lacrimógenos (espirales) para acabar de una vez por todas con el tormento, o morir en el intento, significaba fuerza de voluntad y sacrificio porque, como todos sabemos, levantarse a las cinco de la mañana a poner un espiral-mata-mosquitos y eliminarlos para siempre, ya que fueron ellos los que no te dejaron pegar un ojo en toda la noche, es sacrificar la hora de sueño que te queda antes de levantarte para ir al trabajo.
Finalmente, a eso de las cinco y media no pude tolerarlo mas. Me levanté refunfuñando y hurgué en los cajones buscando la salvación. ¡ Ese fue el fin! Recordé, tristemente, que el último espiral lo había usado hacía tres noches.
Totalmente desahuciado encendí las luces dando por concluida la noche, al tiempo que recibía al nuevo día con un humor de perros. Obviamente, los mosquitos desaparecieron y una hora mas tarde sonó el despertador.
Y así fue como perdí el sueño de esa noche, me fue mal en el trabajo, me dolió la cabeza, y me sentí cansado todo el día.
Cuando regresé de mi empleo compré un velador y 536 espirales (por si acaso). Esa noche y las siguientes dormí como un bebé. Los mosquitos ni se atrevieron a molestarme, y si lo hicieron, no me di cuenta, yo estaba protegido bajo capas y capas de relajante y placentero humo gris.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajajajajajajaja, no me río d la desgracia agena... soy alergica a esos bichos, cuando me pica uno, aparecen 20 picaduras mas y empiezan a arder!!!! pero al momento de sumergirme en el delicado aroma de "espirales caracol" (jajaja es re fea)caigo muerta en la cama, víctima de 10 picaduras (mínimo). Más tarde cuando me despierto blasfemando (jajaja)se rien de mí y me dicen (disimulando, claro)es q tenés la sangre dulce. jajaja Pero lo tuyo terminó mal eh!