"Ahora soy una anciana. Los búfalos y los ciervos de cola negra han desaparecido; y los usos y costumbres de los indios casi han desaparecido también.
A veces, me resulta dificil creer que viví aquellos tiempos...
Mi hijito se educó en la escuela de los blancos. Sabe leer libros, posee ganado y tiene una granja. Es un jefe entre los hidatsas y ayuda a nuestro pueblo a que aprenda a seguir la senda de los blancos. Es bueno conmigo. Ya no vivimos en una choza de tierra, sino en una casa con chimeneas; y la esposa de mi hijo guisa en una cocina.
En cuanto a mi, no puedo olvidar nuestras antiguas constumbres. Muchas veces, en verano, me levanto al rayar el día y voy sigilosa a los maizales; y mientras sacho el maíz , le canto, como hacíamos cuando yo era jóven. A nadie le interesan ya nuestras canciones del maiz. A veces, me siento al atardecer a contemplar el gran Missouri. El sol se pone y la oscuridad se apodera del agua. Y entonces me parece ver entre las sombras nuestra aldea india, el humo alzándose rizado de las chozas de tierra; y oigo en el rumor del río los gritos de los guerreros, las risas de los niños y de los ancianos. Es sólo el sueño de una anciana.
Luego veo otra vez las sombras y oigo el rumor del río.
Nada más.
Y se me llenan los ojos de lágrimas..."
WAHINI HIDATSA
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