Imposible

IMPOSIBLE ES SOLO UNA PALABRA QUE USAN LOS HOMBRES DEBILES PARA VIVIR FACILMENTE EN EL MUNDO QUE SE LES DIO SIN ATREVERSE A EXPLORAR EL INMENSO PODER QUE TIENEN PARA CAMBIARLO.
IMPOSIBLE NO ES UN HECHO, ES UNA OPINION.
IMPOSIBLE NO ES UNA DECLARACION, ES UN RETO.
IMPOSIBLE ES POTENCIAL, IMPOSIBLE ES TEMPORAL.
IMPOSIBLE ES NADA.

martes, 18 de septiembre de 2007

¿Un triste final?


(una historia sobre la justicia y la comunicación)

-Es injusto...- murmuró una voz apagada y cavernosa, cuyo último vestigio de alegría se había extinguido hacía ya muchos años.- es injusto que se haya muerto en esas condiciones, en ese lugar y rodeada de esa gente...

Oscar, repetía una y otra vez estas palabras, sin notar que absolutamente nadie le prestaba atención. Y eso que él era el mas atormentado en aquel velorio, sin embargo a la gente no le importaba lo que el sentía o pensaba, porque desde hacía mucho tiempo era el culpable de la vida de privaciones que sufría Ana.

Ana era una mujer de unos 40 años, con una silueta envidiada por mas de una veinteañera. En los veranos sus curvas dejaban boquiabiertos a mas de uno, y su magnética mirada arrasaba a su paso. La naturaleza la había dotado de unos impresionantes ojos verdes, pero no de ese verde desgastado y opaco sino el verde de la esperanza , el verde del entusiasmo, con solo mirarla le daban a uno ganas de vivir. Era como una bendición verla llegar, siempre con su sonrisa, con su alegría, con su no se qué que le daba sentido al mundo gris y oscuro que Oscar veía cada día.

Definitivamente Oscar había sido tocado por una varita mágica al casarse con Ana, su vida había tomado un nuevo rumbo, un camino de color de magia, de aventura. Cada día era un regalo, y despertarse junto a Ana era como estar en un cuento de hadas...

Sin embargo, la rutina se lo fue comiendo, la magia se fue apagando, lentamente, como se apaga una tarde de otoño. La luz que otrora despedía tanto brillo se convirtió en una llamita que a duras penas lograba mantenerse encendida. ¿Y todo por qué? Porque Oscar, como tanta gente en el mundo, renunció. Y ustedes dirán: tanto lío por renunciar, ¿Quién no renunció alguna vez?

El problema es que Oscar renunció a pensar, renunció a sentir, renunció a tener sueños. Cada nueva propuesta de Ana era incomprendida, ella sólo obtenía respuestas del tipo: ¨bueno querida, un día de estos lo hacemos¨, o, ¨si ya sé, hoy no tengo ganas , te prometo que mañana...¨, y mañana nunca llegaba, y pasaban los días, y los meses, y los años. Postergación tras postergación transcurría la vida de Oscar, una vida que era gris porque él no podía sacar el velo que le tapaba su sol, una vida gris porque él no se animaba a dar un paso, una vida gris porque, sencillamente, no quería...

Y así, lentamente se volvió incapaz.

Entretanto, Ana seguía brillando y miraba con lástima e impotencia como su amado caía en las sombras sin dejarse ayudar, cegado a la vez, por un estúpido orgullo que no hacía más que alejarlo de los pocos seres queridos que aún estaban cerca suyo.

La tristeza crecía a pasos agigantados, pero también el amor. Ana no se alejaba al verlo así, al contrario, cada vez estaba mas cerca, cada vez mas comprometida con sacar a Oscar de aquel horrendo pozo en el que solo se había metido. Y ella implacable, divina. Día tras día buscaba su mejor sonrisa acompañada quizás de sus ojos tiernos hacedores de milagros... incomprensiblemente Oscar se enterraba más y más, hasta que ya no pudo ver. La oscuridad abarcó su vida por completo. Su trabajo lo engulló sistemáticamente: él se convirtió en la presa fácil e indefensa, mientras que su rutinario y esclavizante empleo tomó la forma de una gran serpiente africana, esos grandes reptiles que según se cree disfrutan de la agonía y el doloroso letargo al que someten a su futuro alimento. De esta manera, el Oscar del que Ana se había enamorado desapareció, dejando en su lugar a un ser frío y tosco cuyo único signo vital perceptible era una queja crónica relacionada con las injusticias de la vida. Sin esa queja creo que nadie hubiera advertido si continuaba perteneciendo al conjunto de los vivos o si su existencia había concluido.

Sin más remedio, resignada, y con todo el dolor que su alma podía provocarle Ana comprendió que debía tomar una decisión. Debía dejarlo partir, ya no mas propuestas, ya no mas reclamos, ya no mas lamentos. Oscar era una persona que debía salir de aquella situación por si sola, y ella no podía mas que estar allí por si el pedía ayuda pero solo eso. Jamás lo sacaría de aquel sitio por la fuerza, ni con reproches. El camino era el del amor y ella lo sabía. La indiferencia de Oscar la lastimaba una y otra, y otra vez , su corazón ya no resistía. Se enojó con Dios y con su iglesia por no ayudar a Oscar, se enojó consigo misma, con su familia... hasta que estalló en un mar de lagrimas y renunció..

Renunció a vivir, eso no era vida o por lo menos no la que ella quería, se despidió de Oscar con un beso como solo quien haya estado enamorado alguna vez puede comprender y partió con rumbo desconocido.

Oscar casi ni levantó la vista cuando se fue.

A los tres días hallaron el cuerpo en un desarmadero de una villa miseria, su figura ensangrentada no hacía mas que reflejar cada herida en su corazón. Sus ojos hinchados por la golpiza eran una magra copia del esfuerzo realizado por alumbrar a Oscar con su mirada.

Allí murió Ana, rodeada de toda esa gente, en ese lugar...

- Es injusto- murmuraba- es injusto que se haya muerto en esas condiciones , en ese lugar y rodeada de esa gente...

Si solo me hubiera dicho a donde iba... si me hubiera pedido que la acompañe... pero últimamente algo andaba mal... si casi ni me hablaba...



No hay comentarios: